Durante este verano, 26 millones de personas de
la Unión Europea (UE) han estado buscando trabajo. Están en paro. Y
otros millones más se les añadirán ahora en septiembre cuando los
jóvenes que han acabado sus estudios intenten incorporarse al
mercado de trabajo, sin conseguirlo. Y millones, estando ya
trabajando a tiempo parcial, están también buscando otro trabajo
que les permita estar empleados a tiempo completo.
Según estimaciones de la Dirección General de
Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión de la Comisión Europea, una
persona de cada ocho que están en el mercado de trabajo está en
paro y en busca de trabajo. Pero lo que es incluso peor es que casi
siete de los ocho no están satisfechos con el tipo de trabajo que
realizan, pues no piensan que tengan un trabajo con las condiciones y
salario que consideran satisfactorios (citado en “Generation
Jobless: The worst youth unemployment crisis in European history
should be blamed on its millionaires” de
Danny Dorling, publicado en New
Statesman 22
August 2013).
Uno de los grupos más afectados por esta
situación es la juventud. Hoy existe en la UE un desempleo masivo
entre la juventud, a pesar de que el número de jóvenes buscando
trabajo ha disminuido en términos proporcionales como consecuencia
de su inserción en el mercado de trabajo a una edad más tardía,
resultado de un mayor periodo de educación y formación que en
tiempos anteriores. En realidad, el desempleo juvenil nunca había
sido tan elevado como ahora.
Esto está ocurriendo a la vez que el
porcentaje de la población que es joven está descendiendo en la UE.
En 1989, la cifra de la población en el grupo etario 20-24 años
era, en Europa, de 56 millones. Hoy hay 8 millones menos (y están
mucho más educados y formados que en 1989). Es interesante señalar
que esta disminución de la gente joven ha dado pie a una enorme
alarma entre los que ven la transición demográfica (es decir, el
aumento de los ancianos y la disminución de los jóvenes) como causa
de la futura insostenibilidad de las pensiones públicas. Los datos
muestran, sin embargo, que el problema no es el demográfico sino el
laboral (ver V. Navarro y J. Torres, Lo
que debes saber para que no te roben la pensión).
Hoy no faltan jóvenes. Lo que falta, y mucho, es trabajo, el punto
clave que apenas se cita. El mayor problema no es que haya ocho
millones menos de jóvenes, sino que la mayoría de los que hay no
encuentran trabajo, sin crear riqueza, pagar impuestos y contribuir a
la Seguridad Social. Y las políticas públicas que se están
desarrollando están empeorando la situación. Las reformas del
mercado laboral encaminadas a facilitar el despido de los
trabajadores no han tenido prácticamente ningún impacto en
disminuir el desempleo entre los jóvenes. Por el contrario, la
reducción de los salarios (objetivo real de las reformas laborales)
ha disminuido la demanda doméstica y con ello la actividad
económica, y el crecimiento de empleo.
